"¿Puede ser una información falsa?", se pregunta con un hilillo de voz la recepcionista de noche del Ida, un pequeño hotel del centro histórico de la ciudad costera rusa de Taganrog (suroeste), a pocos kilómetros de la frontera ucraniana.Cuando una periodista de la AFP le confirma el ataque a Ucrania por las tropas rusas, esta mujer de unos sesenta años, con el pelo corto teñido de negro, enciende la televisión y fija su mirada en la pantalla. Las cadenas redifunden el mensaje de Vladimir Putin anunciando de madrugada la operación militar contra Ucrania, a la que acusa por un supuesto "genocidio" de la población rusa en los territorios separatistas del este ucraniano. Pegada al mar de Azov, la carretera que lleva hasta Mariúpol, el puerto ucraniano del otro lado de la frontera, aparece desierta, cubierta de una niebla espesa y azotada por la lluvia. En el puesto fronterizo reina una rara calma: no se ve a ningún militar, ni se oyen detonaciones. Mientras, los agentes de policía siguen con sus quehaceres, entre las tiendas de campaña vacías ...